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Ser de esquerda é não aceitar as injustiças, sejam elas quais forem, como um fato natural. É não calar diante da violação dos Direitos Humanos, em qualquer país e em qualquer momento. É questionar determinadas leis – porque a Justiça, muitas vezes, não anda de mãos dadas com o Direito; e entre um e outro, o homem de esquerda escolhe a justiça.
É ser guiado por uma permanente capacidade de se estarrecer e, com ela e por causa dela, não se acomodar, não se vender, não se deixar manipular ou seduzir pelo poder. É escolher o caminho mais justo, mesmo que seja cansativo demais, arriscado demais, distante demais. O homem de esquerda acredita que a vida pode e deve ser melhor e é isso, no fundo, que o move. Porque o homem de esquerda sabe que não é culpa do destino ou da vontade divina que um bilhão de pessoas, segundo dados da ONU, passe fome no mundo.
É caminhar junto aos marginalizados; é repartir aquilo que se tem e até mesmo aquilo que falta, sem sacrifício e sem estardalhaço. À direita, cabe a tarefa de dar o que sobra, em forma de esmola e de assistencialismo, com barulho e holofotes. Ser de esquerda é reconhecer no outro sua própria humanidade, principalmente quando o outro for completamente diferente. Os homens e mulheres de esquerda sabem que o destino de uma pessoa não deveria ser determinado por causa da raça, do gênero ou da religião.
Ser de esquerda é não se deixar seduzir pelo consumismo; é entender, como ensinou Milton Santos, que a felicidade está ancorada nos bens infinitos. É mergulhar, com alegria e inteireza, na luta por um mundo melhor e neste mergulho não se deixar contaminar pela arrogância, pelo rancor ou pela vaidade. É manter a coerência entre a palavra e a ação. É alimentar as dúvidas, para não cair no poço escuro das respostas fáceis, das certezas cômodas e caducas. Porém, o homem de esquerda não faz da dúvida o álibi para a indiferença. Ele nunca é indiferente. Ser de esquerda é saber que este “mundo melhor e possível” não se fará de punhos cerrados nem com gritos de guerra, mas será construído no dia-a-dia, nas pequenas e grandes obras e que, muitas vezes, é preciso comprar batalhas longas e desgastantes. Ser de esquerda é, na batalha, não usar os métodos do inimigo.
Fernando Evangelista

segunda-feira, novembro 09, 2015

locaute

Comments
Eliedson Eddie Bandeira de Melo Para a Direita, quanto mais tumulto melhor. Para seguidor de "sindicato pelego", é a hora e a vez!
DescurtirResponder18 h
Marcos Guerra Ha precedentes que permitem imaginar que existe manipulação POLITICA - veja-sehttp://terrorismodeestadoenchile.blogspot.com.br/.../chil...

EL PARO DE CAMIONEROS OCTUBRE DE 1972



Entre el 9 de octubre y el 5 de noviembre de 1972 se llevó a cabo en Chile el paro nacional más extenso y masivo del que la historia nacional tenga memoria
Cuando a principios de octubre de 1972, el gremio chileno de camioneros decidió paralizar sus funciones de norte a sur, tenía pleno conocimiento del quiebre que produciría en el gobierno de Allende. Fortalecidos con casi dos millones de dólares de la CIA, la asociación de transportistas y otros, comenzaron el inicio del fin. esa fue la acción de este movimiento en la lucha por derrocar al primer gobierno socialista en el poder. Los contrarios a Allende fueron perfeccionando sus métodos hasta hacer estallar la economía nacional, y los rumores que circulaban incitaban a la gente a retirar sus ahorros de los bancos, y ha desaparecer del mercado cuanto artículo existiera. En este escenario resultaba difícil imaginar que algo peor estaba por suceder. El día 9 de octubre de 1972, Chile fue sorprendido por la huelga de los transportistas. Esta paralización, que fue histórica producto de su fuerza y cohesión, fue la antesala a la intervención de las fuerzas militares en Chile.


En NOTA ARGENTINA SOBRE CAMIONEROS CHILENOS Y ARGENTINOS   se cita:

Al menos en Internet, cuesta encontrar información biográfica sobre este promotor del golpe militar que instauró la dictadura de AugustoPinochet en nuestro país vecino. Escasean las referencias biográficas, y son todavía más atípicas aquéllas neutras o en principio libres de ideología: de hecho, es una rareza la breve mención aséptica en esta suerte de newsletter que La Prensa Austral distribuyó en agosto de 2009.
Tampoco abundan las fotos. Apenas lo distinguimos en esta primera parte del documental Santiago ensangrentada que el periodista Román Lejtman ideó, escribió y produjo en 2003 para Página/12 (“este paro va a durar hasta que triunfemos; si eso significa la caída de Allende, será mejor y será para felicidad de Chile”, sostiene Vilarín ante un movilero de televisión). Si prestamos atención, podemos reconocerlo en al menos dos documentos Word disponibles en Todo por Chile, sitio web que exige “libertad a los presos políticos de las Fuerzas Armadas y del orden (…) mientras los terroristas andan por ahí libres y en total impunidad”.
A partir de la transcripción de declaraciones del “dirigente de los transportistas y líder de la dirigencia gremial” y de funcionarios del gobierno allendista, ambos informes proponen una cronología de los sucesos políticos de octubre de 1972 (en el primero) y de noviembre del mismo año (en el segundo) en el país trasandino. Vale la pena repasar los extractos porque dan cuenta de la generación de un clima desestabilizador y destituyente, que los autores de estos documentos explotan para elaborar conclusiones como “las represalias (contra quienes adhirieron a la secuencia de protestas gremiales) constituyeron la afirmación más contundente de que no había tolerancia para los opositores. Sólo tendrían cabida los que apoyaban la revolución en la versión de la Unidad Popular y su visión marxista. La guerra civil parecía quedar sin alternativa” (ver última página del informe de noviembre ’72).
El otro líder camionero
En su libro Las dos caras del golpe, el periodista Alfredo Barra ubica en el 25 de julio de 1973 la consolidación de “un nuevo líder que llevó a la Confederación de Sindicatos de Dueños de Camiones de Chile a decretar un paro nacional indefinido del transporte terrestre para inmovilizar al país. Este líder fue León Vilarín Marín, un transportista que si bien al principio también cayó en el embrujo socialista, a esas alturas se sentía más representado por el inconformismo ciudadano. Su afán esta vez era complicarle de tal manera la existencia a Allende que, asediado por todos los flancos, no le quedara otra salida que renunciar a la Presidencia” (página 14).
En cambio, en el artículo El paro que coronó el fin o la rebelión de los patrones, Susana Rojas se concentra en la “huelga de los transportistas” del 9 de octubre de 1972, y define a Vilarín como “uno de los dirigentes del grupo paramilitar de ultraderecha Patria y Libertad”. El presidente de la “Confederación Nacional del Transporte, (que) reunía a 165 sindicatos de camioneros, con 40 mil miembros y 56 mil vehículos, decretó un paro indefinido de actividades que comenzó a cumplirse con rigurosidad militar”.
“Tal y como consta en los documentos desclasificados sobre la acción de la CIA en Chile -prosigue esta otra periodista chilena- de los ocho millones de dólares que la agencia norteamericana destinó a la campaña de oposición al gobierno de Allende, más de dos financiaron el paro de los patrones, como se le denominó a la acción golpista de los transportistas. En opinión de quienes vivieron el hecho, la huelga de camioneros fue el detonante final”.
En su trabajo Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución, el académico británico Mike González coincide con Rojas en presentar a Vilarín como abogado afín a la “extrema derecha chilena”. En el segundo pie de página de su escrito especifica la condición de miembro “de una pequeña organización de extrema derecha llamada Patria y Libertad que tenía fuertes simpatías por los teóricos del fascismo, y que estaría envuelta en el asesinato del General Schneider a finales de la década del 70 —el General era simpatizante de Allende— y en una serie de incidentes violentos. Desde octubre de 1972 participó activamente en la preparación del golpe militar, y sus líderes Pablo Gonzáles y Roberto Thieme se convirtieron en defensores del régimen militar. Irónicamente, más tarde ambos dos se volvieron contra Pinochet”.
[Dicho sea de paso, Wikipedia le dedica esta página a la agrupación Patria y Libertad. No aparece mencionado Vilarín… ni Pillarín.]González señala algo en parte atendible desde la actualidad argentina: “La huelga no era simplemente el producto de una pequeña conspiración. Era un movimiento clave dentro de una estrategia donde los camioneros cumplirían el papel de fuerza de choque, para una clase decidida a reasumir el control sobre el Estado chileno, que sentía haber perdido”.
El 14 de agosto de 1999, el diario El Mercurio publicó (aquí) una carta-despedida a Vilarín Marín, que “dejó de existir hace algunos días y (de quien) muy poco se ha dicho en cuanto a la gran contribución que hizo a la historia de nuestro país”. El autor del homenaje se llama Juan Carlos Délano Ortúzar, que se desempeñó como ministro de Economía, Fomento y Turismo de Chile entre 1985 y 1987, es decir, hacia fines de la dictadura pinochetista.
“Durante la Unidad Popular la gran mayoría de los chilenos sentíamos indignación por la situación de constantes atropellos que se vivía y nos encontrábamos sin saber cómo expresarla”, escribió el ex funcionario en su sentida misiva. “Él logró organizar y reunir bajo su dirección a las principales asociaciones gremiales del país y convocar al mayor paro de actividades de que se tenga recuerdo (…). Me parece de toda justicia dejar un testimonio de la forma en la cual un hombre de tremenda fuerza en sus principios tuvo la valentía de rebelarse, la capacidad de liderar a millones de chilenos y transmitirnos la clara conciencia de que nuestros valores no estaban perdidos y de creer en el futuro de Chile”.



http://barquitadepapel.tumblr.com/post/39968558785/chile-el-paro-de-camioneros-octubre-de-1972 

http://espectadores.wordpress.com/2012/11/21/el-otro-lider-camionero-hugo-moyano-leon-vilarin-marin-chile/

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