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Ser de esquerda é não aceitar as injustiças, sejam elas quais forem, como um fato natural. É não calar diante da violação dos Direitos Humanos, em qualquer país e em qualquer momento. É questionar determinadas leis – porque a Justiça, muitas vezes, não anda de mãos dadas com o Direito; e entre um e outro, o homem de esquerda escolhe a justiça.
É ser guiado por uma permanente capacidade de se estarrecer e, com ela e por causa dela, não se acomodar, não se vender, não se deixar manipular ou seduzir pelo poder. É escolher o caminho mais justo, mesmo que seja cansativo demais, arriscado demais, distante demais. O homem de esquerda acredita que a vida pode e deve ser melhor e é isso, no fundo, que o move. Porque o homem de esquerda sabe que não é culpa do destino ou da vontade divina que um bilhão de pessoas, segundo dados da ONU, passe fome no mundo.
É caminhar junto aos marginalizados; é repartir aquilo que se tem e até mesmo aquilo que falta, sem sacrifício e sem estardalhaço. À direita, cabe a tarefa de dar o que sobra, em forma de esmola e de assistencialismo, com barulho e holofotes. Ser de esquerda é reconhecer no outro sua própria humanidade, principalmente quando o outro for completamente diferente. Os homens e mulheres de esquerda sabem que o destino de uma pessoa não deveria ser determinado por causa da raça, do gênero ou da religião.
Ser de esquerda é não se deixar seduzir pelo consumismo; é entender, como ensinou Milton Santos, que a felicidade está ancorada nos bens infinitos. É mergulhar, com alegria e inteireza, na luta por um mundo melhor e neste mergulho não se deixar contaminar pela arrogância, pelo rancor ou pela vaidade. É manter a coerência entre a palavra e a ação. É alimentar as dúvidas, para não cair no poço escuro das respostas fáceis, das certezas cômodas e caducas. Porém, o homem de esquerda não faz da dúvida o álibi para a indiferença. Ele nunca é indiferente. Ser de esquerda é saber que este “mundo melhor e possível” não se fará de punhos cerrados nem com gritos de guerra, mas será construído no dia-a-dia, nas pequenas e grandes obras e que, muitas vezes, é preciso comprar batalhas longas e desgastantes. Ser de esquerda é, na batalha, não usar os métodos do inimigo.
Fernando Evangelista

sábado, março 17, 2012

Fidel - A propósito de “Nuestro deber es luchar”: Defendamos el destino del hombre (+ Fotos y PDF)


Raúl Carbonell es uno de esos cubanos jacarandosos que saben hacer un poco de todo. Trabaja lo mismo arreglando problemas de plomería que ajustando un aire acondicionado. Lee periódicos, revistas, libros, ve los noticieros y gusta de conversar sobre temas variopintos.
Hace poco la llave de mi fregadero empezó a gotear y lo llamé. Quienes me conocen saben que tengo obsesión con el agua y él también, por supuesto. Llegó, le hice café y mientras trabajaba porque se le rompió algo que yo no entiendo, comenzamos a hablar de que si para mí es más importante el agua que el petróleo. Sin la primera no se puede vivir, sin la segunda habría que renunciar a buena parte del desarrollo humano, pero habría vida.
Raúl se detuvo a paladear el café y me dijo “¿Tú crees que solo ahora el ser humano se ha sentido en peligro? ¿No se han buscado soluciones en otros momentos? No es que sea tan optimista, pero algo habrá que inventar”.
Y a continuación me dijo: “nunca antes había existido un desarrollo de la ciencia como hoy. Ya estamos cerquita de una vacuna contra el SIDA y se acabará esa desgracia”. Le comenté que todavía no se había descartado que el SIDA fuera un arma biológica desarrollada en los años 80. “Creo como tú que el avance científico de los últimos años es proporcionalmente superior a todo lo que se logró en siglos completos anteriores, pero ese mismo avance depende de en las manos de quien esté. Las bombas atómicas que hoy tiene Israel son considerablemente más potentes que las que tiraron los norteamericanos en Japón en 1945. A veces miro desde mi ventana y con horror pienso en qué haría si en el horizonte viera subir una suerte de hongo de humo, que avanzara hacia nosotros, lo que dicen los científicos que sucederá si en cualquier parte del planeta lanzan una potente bomba atómica”.
Esta conversación sostenida en una casa cualquiera entre dos terrícolas ocurría unas horas antes de que se presentara el volumen Nuestro deber es luchar, transcripción de un intenso diálogo entre escritores, científicos y otros intelectuales con Fidel en el contexto de la 21a Feria internacional del libro. Más de cien profesionales de 22 países se reunieron con el líder cubano para hablar de este mundo patas arriba que nos rodea.
Coincidentemente con el aniversario 129 del deceso de Carlos Marx, este 14 de marzo tuvo lugar un hecho sin precedentes: en 11 ciudades del mundo de cuatro continentes se presentaba este texto, a la vez que se transmitía vía Internet y se colgaba en el sitio Cubadebate para poderlo descargar. El volumen corregido y traducido a varias lenguas es un grito de guerra por salvar el planeta. Internet en este caso es una muestra de lo útil que puede ser para romper el control mediático en poder de las grandes transnacionales y al uso que se le dio en esta oportunidad no se le conocen antecedentes.
En cada lugar donde se presentó el libro, intelectuales y científicos hablaron de la urgencia de que todas las personas tomen conciencia de los peligros a los que está sometida la Tierra desde que desaparezca en un holocausto nuclear hasta que por el despilfarro de las sociedades consumistas cada día mueran más personas de sed, como sucede ya en África.
La terrible brecha existente entre los más ricos y los más pobres es actualmente de tal magnitud que indica el camino hacia la autodestrucción. En uno de sus acertados artículos, el filósofo argentino Atilio Borón decía que este puede ser el siglo de Marx porque aquella diferencia abismal entre una clase social y otra, que describió magistralmente en el Manifiesto Comunista, hoy se ha multiplicado de una manera asombrosa. Lo cierto es que lejos de caminar, como decían los revisionistas de principio del siglo XX, a sociedades burguesas más equitativas y justas, ha sido todo lo contrario y hoy, ¿por que no confesarlo? pocas posibilidades veo de salvar la Tierra.
En 1974 Fidel decía: “La humanidad del futuro tiene retos muy grandes en todos los terrenos. Una humanidad que se multiplica vertiginosamente, (…) que ve con preocupación el agotamiento de algunos de sus recursos naturales, (…) que necesitará dominar la técnica, y no solo la técnica sino incluso hasta los problemas que la técnica pueda crear, como son los problemas, por ejemplo, de la contaminación del ambiente. Y ese reto del futuro solo podrán enfrentarlo las sociedades que estén realmente preparadas”. Y a los jóvenes nos convocaba cuando añadía: “(…) y nosotros debemos aspirar a que nuestro pueblo esté realmente preparado”.
Dieciocho años después en Brasil, en la Cumbre de la Tierra volvía a alertar: “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarros en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”.
En 2012 en el diálogo con los intelectuales, devenido el libro Nuestro deber es luchar terminó diciendo: “Hay que luchar (…) no nos podemos dejar vencer por el pesimismo. Es nuestro deber”.
Quizá entonces mi vecino Raúl tenga razón. Tal vez el terrícola encuentre una manera de no ser barrido de la faz de su casa. Para eso, como dice Fidel hay que luchar pero en todos los lugares, desde los grandes despilfarradores del mundo desarrollado hasta el paseante en una playa que bota una lata de cerveza vacía al mar, o quien deja perder el agua por no ajustar una tuerca.
(Tomado de La Jiribilla)

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