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Ser de esquerda é não aceitar as injustiças, sejam elas quais forem, como um fato natural. É não calar diante da violação dos Direitos Humanos, em qualquer país e em qualquer momento. É questionar determinadas leis – porque a Justiça, muitas vezes, não anda de mãos dadas com o Direito; e entre um e outro, o homem de esquerda escolhe a justiça.
É ser guiado por uma permanente capacidade de se estarrecer e, com ela e por causa dela, não se acomodar, não se vender, não se deixar manipular ou seduzir pelo poder. É escolher o caminho mais justo, mesmo que seja cansativo demais, arriscado demais, distante demais. O homem de esquerda acredita que a vida pode e deve ser melhor e é isso, no fundo, que o move. Porque o homem de esquerda sabe que não é culpa do destino ou da vontade divina que um bilhão de pessoas, segundo dados da ONU, passe fome no mundo.
É caminhar junto aos marginalizados; é repartir aquilo que se tem e até mesmo aquilo que falta, sem sacrifício e sem estardalhaço. À direita, cabe a tarefa de dar o que sobra, em forma de esmola e de assistencialismo, com barulho e holofotes. Ser de esquerda é reconhecer no outro sua própria humanidade, principalmente quando o outro for completamente diferente. Os homens e mulheres de esquerda sabem que o destino de uma pessoa não deveria ser determinado por causa da raça, do gênero ou da religião.
Ser de esquerda é não se deixar seduzir pelo consumismo; é entender, como ensinou Milton Santos, que a felicidade está ancorada nos bens infinitos. É mergulhar, com alegria e inteireza, na luta por um mundo melhor e neste mergulho não se deixar contaminar pela arrogância, pelo rancor ou pela vaidade. É manter a coerência entre a palavra e a ação. É alimentar as dúvidas, para não cair no poço escuro das respostas fáceis, das certezas cômodas e caducas. Porém, o homem de esquerda não faz da dúvida o álibi para a indiferença. Ele nunca é indiferente. Ser de esquerda é saber que este “mundo melhor e possível” não se fará de punhos cerrados nem com gritos de guerra, mas será construído no dia-a-dia, nas pequenas e grandes obras e que, muitas vezes, é preciso comprar batalhas longas e desgastantes. Ser de esquerda é, na batalha, não usar os métodos do inimigo.
Fernando Evangelista

sexta-feira, novembro 01, 2013

Fotógrafa negra usa sua arte para criticar a exploração da pobreza e do drama de não brancos por fotógrafos brancos

Una fotógrafa desnuda frente a los estereotipos de Occidente

Por: 

Una mujer, negra, con un largo y decoroso vestido blanco y un sombrerodel mismo color, a modo de misionera o maestra, rodeada de docenas de mujeres negras, estas sin traje alguno. Una mujer, negra también, aparece desnuda colgada de un árbol con una soga blanca al cuello, mientras otra de cuclillas observa desde cierta distancia a una semejante en posición fetal.
Devotees-Demons


























Es la misma mujer, cuyo cuerpo y rostro se va repitiendo en una propuesta artística de la fotógrafa estadounidense Ayana Vellissia Jackson, nacida en New Jersey en 1977, preocupada por la imagen de la diáspora africana y, en especial, de la mujer. Por ello, explica que no le sirven las modelos y en sus últimos trabajos ha optado por incluirse ella en la imagen. No son simples autorretratos sino críticas al papel que los fotógrafos blancos han dado “a los no blancos-no occidentales”.
Dice que su obra tiene una vertiente claramente “política” más allá de lo puramente artística. Estudió sociología antes de iniciarse en el mundo de la fotografía, a través de la cual  ha encontrado una herramienta útil para reivindicar su “identidad negra”. La vida la ha traído de nuevo a África y reparte su casa y la mayoría de su tiempo entre Johannesburgo y Nueva York, dos ciudades que aunque a primera vista no se asemejen esconden muchas similitudes a todos los niveles, desde el urbanístico al social, pasando por un cosmopolitismo que viene de lejos.
Dictatorship-Guerilla'Dictatorship-Guerrilla', Ayana V. Jackson


























Acaba de cerrar en la capital sudafricana Archival Impulse (El impulso del archivo) y en París tiene hasta noviembre Poverty Pornograhy (Pornografía de la pobreza), a la espera de participar en una exposición colectiva en Tokio. Las dos exhibiciones tienen en común que Ayana es omnipresente, un estilo que inició en Leapfrog(Brincos), y en que adoptando la postura de un sapo repasaba cómo se ha presentado a la mujer negra desde la época colonial y hasta nuestros días, desde una simple sirvienta a una prostituta.
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'Grand Matron', Ayana V. Jackson
No le importa mostrar su cuerpo desnudo. En Archival Impulse se quita la ropa para ponerse en la piel de las “nativas” que los misioneros europeos trataban de llevar por el camino del buen Dios, y para ser la imagen de la buena negra o la compañera del ama blanca.
“Me sentí que no podía someter a otra mujer para que tuviera esa experiencia y me interesaba mantener mi crítica con una metáfora”, explica. Para ello, tuvo que compaginar su tarea de modelo, “fotógrafa sujeto” y editora, teniendo que experimentar “en múltiples planos”.
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'Diorama', Ayana V. Jackson

En la otra muestra, la fotógrafa refleja el uso y abuso de la miseria, pobreza y situaciones de dramatismo de no-blancos que el objetivo de artistas occidentales han hecho y que en muchos casos les han permitido ganar importantes premios.
Como el sudafricano Kevin Carter, de trágico final también él, que tomó una fotografía que consiguió estremecer a medio mundo. Un buitre pendiente de un niño supuestamente moribundo en Sudán. Jackson se reserva ambos papeles, la del carroñero y del menor. Como juega ese doble protagonismo en la metáfora del asesinato de un detenido en Vietnam o de un hombre negro apaleado y ahorcado hasta la muerte.
Povporn-Disease1  
























Niño y buitre. Kevin Carter
Kevin-Carter-Child-Vulture-Sudan
                                                                       













'Enfermedad', Ayana V. Jackson                                                                                                            
El resultado final, continúa argumentando esta artista, es el resultado de un proceso de fijación de su cuerpo al paisaje y a los otros personajes, que son ella. “La experiencia de la re-toma de esas imágenes ha cambiado mi relación y mi esperanza de que los espectadores acabarán teniendo mi misma experiencia”, afirma. Su última intención, es que como a ella misma le sucede, la visión de que una de sus fotografía llegue a “incomodar” al público, a “verse afectado de tal manera que examine el momento histórico en el que fue tomada la fotografía de referencia”.
Su biografía de estadounidense con fuertes lazos africanos, y no sólo de sus antepasados, le ha hecho reflexionar sobre su identidad. “Yo reclamo la negritud y negro está por supuesto ligado a ser de ascendencia africana”, apunta Jackson quien sin embargo, admite que huye de la “la pretensión de ser africana”. No tiene reparos tampoco a la hora de ironizar sobre los presuntos actos de beneficiencia con la población negra y se atreve a cambiar los papeles típicos, de niño blanquísimo beneficiado de la bondad de una famosa negra. Lógicamente, la estrella es Jackson, de nuevo, para romper estereotipos y pejuicios.
Philanthropy-or-Fashion






































¿Filantropía o moda?, Ayana V. Jackson
En este sentido, se cuestiona el sentido o el concepto de ser africana. “No hay ninguna identidad africana, hay múltiples subjetividades dentro de los 54 países que componen el continente”, afirma. Lo que sí que, a su juicio, no tiene contestación es que “la experiencia de vivir en un cuerpo negro es una cosa que todos los africanos descendientes comparten”.
Más allá de la negritud, hace una década Jackson viajó por Latinoamérica y de ese periplo salió African by legacy, Mexican by birth (Africano por herencia, mexicano de nacimiento), un proyecto multimedia que firma con el escritor Marcos Villalobos, y en el que se erigen como críticos con la conquista y colonización del continente americano y el consiguiente sacrificio de la cultura e identidad indígena.


“Toda la Humanidad es víctima de los males causados ​​por el pensamiento racial”, concluye esta estadounidense que reivindica para los afroamericanos un papel más importante que el de simple “víctimas del colonialismo”, ya que “su cultura, su trabajo y sus contribuciones políticas” han sido esenciales para la construcción de Estados Unidos.

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